*Las relaciones interpersonales en la corporación cada día de sesión son más tensas, el gran debate se ha disminuido a intervenciones que según el exsacerdote deben parar.
Se asegura que toda mención, cualquier alusión que se haga hoy en relación al concejal Miguel Martínez, se convierte en un nuevo elemento para hacerse célebre en sus redes sociales, “hoy yo escribo algo y me mientan la madre, pero si él lo hace lo celebran y lo aplauden, así sea que esté equivocado, es un fenómeno que se vive en Santa Marta”, dice uno de sus colegas que prefiere omitir el nombre, a fin, precisamente, de no hacerlo más famoso a sus costas.
Y es que la Corporación se encontró con un integrante que a menudo discute a cabalidad, pero el hilo invisible de su cordura se rompe con tanta facilidad que, en segundos de tratar un tema serio, termina ofendiendo a sus compañeros con palabras groseras, irrespetuosas, ofensivas y vulgares.
El momento es muy especial, quienes caen en el juego avanzan en una discusión pueril, hueca, sin sentido, lo que hace que el Concejo se convierta en un estrado muy distante kilómetros luz del ágora del pensamiento para el cual nació. La oposición si es lo que es hoy Martínez, a quien también le dicen el ‘Mono’, ha tenido en el Concejo personas pensantes y centradas, objetivas y bien intencionadas, pero fundamentalmente respetuosas. Alejandro Palacio en el gobierno de Hugo Gnecco, Antonio Peralta Silvera en el de Juan Pablo Diaz Granados o Elizabeth Molina Campo en el de Carlos Caicedo.
Miguel Martínez, con el primero que tuvo diferencias fue con su propio partido que lo avaló para ser candidato, la Alianza Democrática Amplia-ADA-, que le mandó a decir “Las actuaciones de los actores políticos, diputados, concejales y ediles deben darse dentro del ámbito del respeto, la formalidad y los buenos oficios del ejercicio del cargo que amerita”.

Pero quien con su experiencia de tratar ciudadanía, entre ellos mucha gente con problemas de drogadicción, adulterio, infidelidad, delincuencia que llegaban a la iglesia, es el hoy exsacerdote José Alfredo Ordoñez, ha sido el más paciente para enfrentar las crisis que ha ocasionado Martínez, “lamento que este tipo de comportamientos, groseros, que lleve a la gente a calificar al Concejo como un circo”, Martínez ripostó diciendo que él es un payaso “Ustedes saben que yo soy el loco del pueblo, ¿ay por qué el Mono habla así? Si a mí me eligieron precisamente para que yo hiciera esto. El pueblo no me eligió para otra cosa sino para hacer control político”.
Muchas veces Miguel Martínez, empieza bien un debate, pero no acepta contrapartes, no acude a la serenidad para escuchar al otro que también tiene derecho a la palabra y nace Troya, es allí donde Ordoñez, expresa, “no se puede ser tan infantil en esta Corporación, se rompe toda posibilidad de construcción de ciudad”.
Pareciera que, por momentos a José Alfredo, se le quisiera romper el molde de la paciencia, pero recobra la compostura y dice, “hago un llamado a la cordura a mis hermanos concejales, porque estamos contaminando la ciudad, con improperios, con actitudes infantiles. Nosotros no fuimos elegidos para eso, sino para cogobernar”.
El padre como aún le llama la mayoría de la gente dice con preocupación, “cada día se da un nuevo espectáculo bochornoso, que no dice bien ni de la Corporación, ni de Santa Marta, porque estamos en una aldea globalizada y lo que aquí se haga o se diga lo ve todo el mundo, entonces yo sí pienso que podemos atemperarnos, tolerarnos, y no echarle tanta basura a este recinto sagrado”.
Ordoñez, sabe que lo sabemos nosotros, que todo lo que hoy se escriba será tachado por un grupo de la sociedad como un ataque al joven Miguel y es posible que abra su saco donde conserva todas las vergas y monda y nos eche la mitad y será aplaudido, pero hay un gran sector de la sociedad, que lamenta y repudia todos estos espectáculos. Gente, mucha gente, la mayoría que quiere un transitar distinto, digno y respetuoso de una ciudad enmarcada por el odio y la desigualdad a una capital socialmente tolerante y amigable.